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¿Qué significa ser un hombre en el siglo XXI?

La posición del hombre durante el siglo XX experimentó un cambio sin precedentes. Al principio del siglo, el hombre era la cabeza de la familia. Él tomaba la mayoría de las decisiones dentro del hogar. Él era quien se iba a la fábrica y quien iba a derramar su sangre en los campos de batalla. El papel de la mujer, aunque secundario, también era vital para la supervivencia del hogar. Ella era la encargada de las tareas difíciles del hogar. En épocas en que no había electrodomésticos y la anticoncepción era una novedad, la mujer realizaba un trabajo titánico en el hogar.

La hora de los cambios

Con la necesidad de aumentar la productividad en tiempos de guerra, las mujeres comenzaron a ocupar funciones que antes no habrían ocupado, dejaron sus hogares y granjas para unirse a talleres y fábricas. Esto fue un cambio antropológico importante: la complementariedad económica entre el hombre y la mujer comenzó a desvanecerse.

El hogar, un lugar de producción

Lo que caracteriza a las familias tradicionales en cierta medida es la complementariedad de tareas y la ausencia de superposición: lo que hacen las mujeres, los hombres no lo hacen y viceversa. Hay una división de tareas en una pareja que podría pensarse que son los primeros pasos del taylorismo. Lo que caracteriza al siglo XX, se podría decir, es el lento declive de la complementariedad económica y social entre el hombre y la mujer. Antes, el hombre era hombre porque hacía cosas de hombres, lo mismo para la mujer. ¿Cómo entonces repensar la identidad del hombre y la mujer y su relación?

El verbo hacer tiene menos fuerza

En los países industrializados, lo que diferencia a los hombres y las mujeres en su capacidad para hacer cosas se reduce cada vez más a sus funciones biológicas. La mujer es la única que puede procrear y el hombre es el único que puede aportar cromosomas Y a la ecuación reproductiva. Todo lo demás es, por así decirlo, ahora compartido, hay mujeres camioneras, hombres comadronas, mujeres militares, etc.

El confort moderno hace que la eficacia de la complementariedad económica entre hombres y mujeres sea menos evidente

Si hoy hay cada vez menos diferencias entre lo que hacen los hombres y las mujeres, esto se debe principalmente al confort de la vida moderna. Si todavía se tuviera que cazar para conseguir carne o construir una casa uno mismo, es muy probable que estos trabajos todavía recaigan en los hombres. Por otro lado, si no hubiera guarderías para niños, también se podría decir que esta actividad recaería en las mujeres. Cabe destacar que las funciones mencionadas aún están ocupadas en gran medida por hombres para una (criadores, cazadores y constructores) y por mujeres para la otra (educadoras, maestras, etc.). Por lo tanto, hay una continuidad, por más que se diga.

Los oficios de oficina nos hacen olvidar las diferencias biológicas. Los cambios antropológicos de la industrialización son sin precedentes. Una economía masivamente de oficina ya no muestra diferencias entre hombres y mujeres, y esto es un poco normal. Donde la industria había tomado el modelo del oficio (dominio necesariamente de género), la economía de servicios ha tomado el modelo de la industria cuyo paradigma es el robot, figura asexuada y desencarnada. El sector terciario hace uso principalmente de nuestro cerebro y descuida el cuerpo, por eso las diferencias biológicas se desvanecen.

Si no puedes encarnar tu género en tu trabajo, debes encarnarlo en tu tiempo libre.

Existe tanto una energía femenina (yin) como masculina (yang) que animan a cada ser humano, ya sea hombre o mujer. Por principio, un hombre posee más energía yang por definición y, a la inversa, posee más yin. El modelo de trabajo moderno es que los hombres y las mujeres no tienen necesariamente la oportunidad de expresar plenamente su energía biológica. Existen carencias, lo que necesariamente induce frustraciones. Por eso es bueno tomar conciencia de esto practicando actividades destinadas a compensar estas carencias.

A continuación se presenta una lista de actividades como ejemplo que pueden ayudarlo a recargar cada una de estas energías con los valores asociados:

Yin:
– yoga –> calma, serenidad
– hablar con amigos (algunos dirían que es más bien yang, pero creo que la necesidad de comunicarse y crear conexiones con los demás es una inclinación más femenina, pero tal vez me equivoque) –> crear conexiones con los demás
– meditación –> claridad, paz
– lectura –> cultivar el intelecto
– etc.

Yang:
– muay thaï (u otros artes marciales) –> coraje, acción
– salir a explorar lugares desconocidos –> aventura, entusiasmo
– hacer bricolaje –> deseo de lograr algo
– bailar –> estimular el cuerpo y conocer nuevas personas
– etc.

Nota: Tendría tendencia a decir que los hombres se complacen más en actividades solitarias o al menos silenciosas (bricolaje, por ejemplo) y, por el contrario, las mujeres tienen más necesidad de crear vínculos entre ellas. Sin embargo, si leemos la teoría, la necesidad de aislamiento es más bien yin y la necesidad de conexión es más bien yang, lo que significaría que los hombres tienen naturalmente un polo yin más fuerte que las mujeres en algunos aspectos de sus vidas.

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